Impacto socioambiental y sostenibilidad con Iñigo Benedicto

nuestra huella socio ambiental en el mundo

¿Cual es el impacto socioambiental de nuestra familia y por qué debemos saberlo? ¿Y el de nuestro trabajo? Cada persona realiza cada día muchas mini acciones que tienen influencia en su entorno y en sus allegados, su compañeros, sus vecinos…y en realidad en todo el planeta. ¿Te has parado a pensar si tu huella, la suma de todas esas mini acciones, es positiva y si está en tu mano mejorarla?

La educación primaria es la etapa clave en el desarrollo de la conducta y de la conciencia social. Si queremos inculcar a los más pequeños de la casa valores ecológicos, debemos enseñarles cosas como el ahorro de los recursos y la eficiencia. Además, irán adquiriendo conceptos como la educación social, la sostenibilidad, que están muy relacionados con los anteriores. Pero aunque trabajen estos conceptos en el colegio, es nuestro modo de vida en casa lo que más marcará su educación y su impacto socioambiental. Nuestra actitud y nuestros valores son los que día a día transmitimos a nuestro hijos y su mayor ejemplo. Cómo les expliquemos las consecuencias de sus actos, la importancia de los detalles y, sobre todo, los ejemplos que nosotros mismos realizamos, determinarán sus valores futuros.

Hoy hablamos con Iñigo Benedicto, ingeniero y padre de dos niñas. Para Iñigo es fundamental transmitir sus valores socioambientales en familia. Iñigo está convencido de que se puede disminuir el impacto socioambiental negativo y mejorarlo con acciones positivas y que eso no solo ayuda al mundo, sino que nos hace mejores y más felices a cada uno de nosotros. Pero además, por coherencia, Iñigo traslada esta filosofía al trabajo y la comparte con otras personas y empresas. Esto es le llevó a co-fundar Sinnple, la consultora de impacto socioambiental con sede aquí, en Donostia. Sinnple ayuda a promover en las empresas esas mejoras que en principio no se miden en euros y a corto plazo, que no hablan de rentabilidad como objetivo, pero que al final pueden ser las que más valor aporten a la empresa, incluso financiero, y las más perdurables.


 

Hola Iñigo, antes de nada, me gustaría que nos explicases qué es el impacto socioambiental y cómo lográis medirlo en Sinnple.

Hola a tod@s.

La verdad es que es más sencillo de lo que parece, se trata de cuidar nuestro mundo y de hacerlo prestando atención al medio ambiente pero también al entorno social, ya sea en casa, en la calle o en el trabajo. Hay cientos de pequeñas cosas que están en nuestra mano y que ayudan a que el mundo sea un poquito mejor. Se trata de cuidar del planeta y de las personas que nos rodean, porque no somos una burbuja.

En Sinnple concretamente ayudamos a que las empresas puedan conocer su impacto medioambiental y también el efecto que tienen a su alrededor en clientas, empleadas, proveedoras, …. Lo medimos con distintos parámetros y así podemos cuantificarlo, lo que nos permitirá proponer medidas y acciones que lo mejoren.

Para ello nos fijamos en los cambios que se producen. Es decir, no se trata tanto de controlar lo que hacemos, cuánto se gasta y cuánto se gana, sino de incluir también lo que no hacemos y analizar su influencia: calcular el CO2 que evitamos producir, lo que mejoran los ratios de igualdad o de seguridad… en definitiva, las vidas que mejoramos.

 

¿Tú has estado siempre tan comprometido con el impacto socioambiental que generabas en el entorno?

Si soy sincero, no fue algo que me preocupara de pequeño, la verdad. Empecé a interesarme por el clima hacia el 2006-2009. Entonces ya se empezaba a hablar del cambio climático y se sabía que en unos años iban a aumentar la temperatura del planeta, los deshielos, el número de tornados, las lluvias torrenciales y las sequías … y lo realmente preocupante era que a nadie parecía importarle demasiado.

Un momento clave para mí fue la cumbre del Clima de Copenhague en 2009. Fue un fracaso absoluto y me vi criticando a políticos y empresarios. Pero, lo que hizo “clic” en mi cabeza fue darme cuenta de que yo en mi día a día hacía exactamente lo mismo: mucha palabra y poca acción. Así que mi mujer y yo nos propusimos empezar por nosotros mismos antes de decir nada a nadie. Cuando nosotros empezamos, estas acciones eran muy raras y no teníamos apenas referentes ni soluciones cerca. Pero fue el viaje más apasionante de mi vida.

 

Empecemos por la entonces a entrar en materia, ¿cómo definirías la sostenibilidad?

Para mi es la base, es vivir de tal forma que ese estilo de vida pueda ser adoptado por todo el mundo durante miles y millones de años. Eso implica, por ejemplo, no cargarse el planeta en que vivimos, pero también implica cuidar de las personas que viven en él. No hay nada más insostenible que un montón de gente excluida, maltratada o ignorada.

 

Y, ¿cómo podemos explicárselo a los niños? ¿Ellos lo entienden mejor o peor que nosotros?

Más que grandes teorías o discursos, lo que nuestras hijas e hijos necesitan es nuestro ejemplo, un ejemplo no rígido o intransigente pero si sólido y coherente. Si nos ven preocupándonos por acciones cotidianas como llevar bolsas de tela, subir por escaleras o elegir marcas sostenibles, lo verán como algo normal. Y, si nos ven replanteándonos nuestras acciones, aprenderán a replantearse lo que hacen. Aunque no nos salga perfecto.

Desde ahí, podemos conectarles esas acciones y explicarles dónde surgen y qué logramos con ellas. Por ejemplo, una bolsa de tela puede evitar que 20 bolsas de plástico acaben en el mar; subir escaleras lo podemos equiparar con parar esas “nubes” que están derritiendo los polos; elegir marcas sostenibles es cuidar de las personas que fabrican las prendas, etc.

 

Cómo padre de dos niñas, dirías que ¿nos falta más educación y consciencia a los niños o a los padres?

Los niños y niñas hoy en día están recibiendo mensajes que no recibimos en nuestra época. Eso les hace más propensos a cuidar del planeta o de las personas. Pero aunque el mundo está mucho más contaminado ahora y haya más consciencia y más necesidad de acción, la sociedad es cada vez más individualista y no podemos ignorar que, si su entorno no cambia, la inmensa mayoría de niños van a ver cómo se apaga esa llama en su interior y ese individualismo mal entendido se transforma de adultos en egoísmo absurdo.

No me gusta esa creencia de que miramos para otro lado porque a nuestra edad ya no podemos cambiar ni adaptarnos. Esa actitud carga a las nuevas generaciones con una mochila gigantesca e injusta. Nosotr@s, como adultos, no solo tenemos la responsabilidad de haber llegado aquí, sino que tenemos el poder de decisión que muchos jóvenes aún no tienen.

 

¿Cuándo dirías que empezamos a tomar conciencia de la repercusión que tiene lo que hacemos?

Creo que hay un momento en el que nos atrevemos a escuchar esa vocecita de nuestro interior que nos dice que por pequeño que sea nuestro impacto debemos hacer algo. A veces hay una “revelación” tras ver un mar lleno de plásticos o viendo un documental sobre las condiciones de trabajo en Asia.

Pero lo más habitual es que esa voz que oíamos de niños, de adultos esté  apagada. No queremos oir a ese Pepito Grillo que nos dice que aunque nuestra contribución parezca pequeña, no es insignificante. Puede que sea una gota en el mar, pero es nuestra gota. Y, por mucho que otros tengan más responsabilidad, por mucho que las soluciones no sean perfectas, decidimos que tenemos que hacer algo. Ahí empieza nuestro camino.

 

¿Cómo podemos involucrar a los más pequeños de la casa para que desarrollen una consciencia propia sobre la importancia que tienen sus actos?

Lo primero es nuestro ejemplo. Es condición necesaria. Eso no quiere decir que seamos perfectos ecologistas o 100% coherentes si no que vean que nos esforzamos por unir nuestro consumo y nuestros valores.

Y, después, proponiéndoles y dejándoles espacio para sus propias acciones. Invitándoles a crear su propio camino con cosas que puedan entender y que les gusten.

 

¿Nos recomiendas actividades para mejorar la educación socioambiental de los niños?

Buscaría acciones fáciles de recordar y divertidas sin forzarles ni imponerles. Por ejemplo, pueden hacer de policías de las luces durante una semana y apagar esas luces que no iluminan a nadie. ¡Una de mis hijas se hizo una placa incluso!, o proponerles el reto de ducharse en lo que dura su canción favorita durante 5 días, o crear su propia papelera y encargarse de bajarla contigo a reciclar, o que donen parte de sus juguetes o que pidan juguetes de segunda mano, o buscar chucherías con un toque “eco” …

Con esas acciones irán creando su propia forma de entenderlo y se les ocurrirán sus propias ideas. Sin ir más lejos, mi hija de 10 años y sus amigas acaban de organizar una limpieza de un pequeño monte cercano al cole y han sacado 10 bolsas de basura.

 

En la calle es posible aprender de las plantas, los árboles, los ríos, los pájaros o los insectos, pero, ¿cómo abordamos los problemas medioambientales como la contaminación?

Suele ser útil empezar con cosas tangibles que puedan ver, por ejemplo, el humo de los coches. Y explicarles de manera adecuada a su edad que se acumula en el aire y hace que respiremos peor y que se caliente el planeta.

 

Cada vez hay más conciencia en percibir el planeta de un modo circular, de modo en podamos reaprovechar los residuos que generamos para producir cosas que necesitamos. En tu opinión, ¿el reciclaje es una tendencia, una moda o una evolución?

Me temo que, a día de hoy, es pura supervivencia. Hay demasiada basura incluso en el espacio y cada vez va a ser más fácil tomar decisiones circulares.

 

Pero no es fácil, por ejemplo, decidimos usar de pañales de tela en vez de desechables… pero a la hora de limpiarlos empleamos jabones y suavizantes que no sabemos si generan más o menos residuo que el propio pañal de celulosa… ¿cómo podemos ver el impacto real que tienen los productos que consumimos o las acciones que realizamos?

Yo he invertido mucho tiempo en buscar la solución “perfecta” … y es agotador. Y cuando se convierte en agotador te deja poco tiempo para actuar y eso sí que es un problema.

Mi consejo es poner el foco en mejorar tu situación actual y aceptar que a veces puede haber obstáculos e incluso errores, pero que a la larga tu actitud te llevará a un sitio donde tu consumo y tus valores están muy alienados.

Hace mucho me compré una “eco-bola” para la lavadora que evitaba usar detergente y suavizante. A los meses un informe de la OCU nos confirmó que era un timo… En vez de pensar en abandonar, podemos pensar que este tipo de cosas son parte del camino. Lo importante es el mensaje que mandamos al mercado: con nuestros euros queremos construir una economía más justa y sostenible.

 

También nos encontramos ante un mundo de mitos y leyendas entorno al reciclaje…

Si nos paramos a mirar los productos que nos rodean en este mismo instante vamos a ver un montón que no coinciden con nuestros valores: el ordenador, el móvil, el lápiz que tengo al lado, los muebles, la comercializadora de luz, las bombillas, el coche que acabamos de utilizar… Esta visión nos puede deprimir pero debe ser mucho más sencillo. Empieza por algo que te resulte fácil. Si te gusta la cocina, empieza por ahí y no intentes pasar de 0 a 100.

Comienza por una acción fácil de recordar: quizás cambiar 5 productos por una versión más sostenible de ellos o cocinar 4 días las sobras que sueles tirar. Te puede parecer algo pequeño pero cuando lo consigas felicítate y ve a por otra acción. Y así, sin darte cuenta, estarás mejorando silenciosamente el mundo.

Hace 12 años, por ejemplo, me dolía ver mi armario lleno de fast-fashion contaminante y producida en Bangladesh. En vez de dedicar mucho tiempo a ese escenario perfecto en cada prenda, fui avanzando poco a poco, errores incluidos. Hoy mi armario es menos de la mitad de lo que era antes. Y lo que tengo es una mezcla de prendas ecológicas y prendas fabricadas en Europa, de comercio justo, segunda mano o de un único material para que se recicle mejor. Lo veo y me hace sentir bien y, al mismo tiempo sé que todavía hay acciones que puedo hacer.

 

Para terminar, me gustaría que nos inspirases con pequeñas acciones que podemos mejorar en nuestro día a día y que, aunque no lo creamos, harán que el impacto que generamos en el mundo sea mejor.

¡Uy! Hay tantas y tenemos gustos tan diferentes….

Pero sí que veo un patrón en las personas que he acompañado. Por ejemplo, nos encanta el formato juego. “7 días sin ascensor” es fácil de recordar y, al terminar, hace que vayas mucho más por escaleras; investigar sobre el impacto de 7 productos de tu cesta en la próxima compra.

También fascina descubrir innovaciones como Ecosia, un buscador que por cada 35 búsquedas planta un árbol o Kiva, donde participas desde 25€ en, por ejemplo, un crédito a una cooperativa de mujeres en Vietnam que se van a comprar una máquina de coser nueva.

El otro día me preguntaban por las pinzas de la ropa ¿mejor de madera, de plástico o fabricadas cerca? ¿Lo has pensado?

Las posibilidades son infinitas, pero, ¿sabes cuál es la mejor acción de todas? La que se lleva a cabo 😊

 

Mil gracias por tu tiempo y tus consejos Iñi, hemos aprendido un montón de pequeñas y grandes acciones que seguro pondremos en marcha.

Así que, lector/a, ¿qué te propones tú ahora? Yo ya he decidido mi primer reto….

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