Las medidas del Caserío y el sistema métrico decimal

“Si truena en abril, prepara la media fanega y el celemín”. ¿Conocéis este refrán? Seguramente no, porque ya no se usa: la gente dejó de hablar de fanegas y de celemines a comienzos del siglo XX. Pero antes de la normalización del uso del kilo, el metro y el litro, en cada país o incluso en cada región, se usaban distintas medidas propias tradicionales para el intercambio de mercancías. La fanega y el celemín eran medidas de capacidad locales en la zona de Castilla y también en el País Vasco. El sistema métrico decimal supuso toda una revolución que comenzó en Francia, pero que llegó para quedarse a todos los caseríos, fábricas y mercados de Gipuzkoa.

El 20 de mayo es el día mundial de la Metrología y queremos poner en valor y explicar la importancia de los sistemas de medida. Ahora es algo natural en todos los lugares a los que vamos: el sistema métrico es el sistema oficial de medición para casi todos los países del mundo, excepto Estados Unidos, Liberia y Myanmar. Pero no siempre fue así: hubo un momento en el que cada vez que se viajaba, se tenían que usar diferentes conversiones para las mediciones, como lo hacemos aún para la moneda, ¿os lo imagináis?

El cambio de las medidas tradicionales fue muy molesto en el día a día y costó mucho adaptarse, pero era realmente necesario. Establecer en las ciencias un sistema de unidades universal, fiable y exacto era algo realmente fundamental. Permitió la ingeniería de alta precisión y sigue siendo esencial para la ciencia y la investigación y también, para la comprensión del universo.

El cuartal y el celemín, medidas tradicionales del caserío

En el caserio-museo Igartubeiti, en Ezkio, puedes ver dos medidas reales expuestas (hasta septiembre 2022). El cuartal de la imagen perteneció al caserío Zaldibarrena del municipio de Zaldibia y es del siglo XIX. El celemín originalmente perteneció al caserío Ezkiaga Erdikoa de Beasain. Ambos pertenecen a la colección de Gordailua y nos permiten hablar de las medidas tradicionales locales y su papel en la vida cotidiana.

 

 

El cuartal y el celemín eran cajas de madera que se usaban principalmente para medir trigo, maíz y alubia. Para asegurarse de que estaban bien llenos, se usaba el rasero, un palo redondo para retirar las sobras y mantener la medida adecuada.

Los granos de cereal y las legumbres eran ingredientes imprescindibles en la vida cotidiana, por lo que sus compraventas e intercambios eran muy frecuentes. Por eso, tanto en los caseríos como en los mercados y los molinos, los cuartales y los celemines eran herramientas habituales. Es más, en los puntos de compraventa, al menos el cuartal y el celemín estaban atados con cadenas en las paredes, a disposición de los/as ciudadanos/as.

Además, estas medidas también servían como medidas de superficie para medir los cultivos, que por tanto que se medían por volumen y no por peso.

En un cuartal o cuartera, cabían unos 11 kg de trigo más o menos. Es una caja rectangular de madera con la parte delantera inclinada y con un asa en la parte trasera. El celemín era también una caja cuadrada de madera más pequeña, equivalente a 3,5 kg de trigo.

En Gipuzkoa la unidad principal de los cultivos era la fanega, unos 55,3 kg. Después estaba el robo, cuyo valor era de media fanega (había también medio robo). La siguiente medida sería el cuartal y finalmente el celemín.

La longitud se medía, por ejemplo, en varas, pies y en leguas. En cuanto a los líquidos, las unidades básicas eran el azumbre, la jarra o la arroba. En cuestión de peso, la unidad de partida era la libra, de la que dependían la arroba, el quintal y la onza. Pero también había medidas de peso muy extendidas como la “carga” o “carro”. Por ejemplo, la manzana se medía en grandes cantidades (para sidrerías) por cargas o carros, entre otros.

 

El origen del sistema métrico decimal

El sistema métrico decimal es una creación francesa. En la fachada del Ministerio de Justicia en París, justo debajo de una ventana de la planta baja, hay un cuadro de mármol grabado con una línea horizontal y la palabra «MÈTRE», es decir, metro.

 

 

Apenas se nota en la gran Place Vendôme, pero esta plataforma es uno de los últimos ‘mètre étalons’ (medidas de metro estándar) que quedan. Grabados así se colocaron en toda la ciudad hace más de 200 años en un intento por introducir un nuevo sistema universal de medición. Y es solo uno de los muchos sitios en París que apuntan a la larga y fascinante historia del sistema métrico.

 

La gran revolución

Hasta la Revolución Francesa, los pesos y las medidas variaban no solo de una nación a otra, sino incluso por comarcas. Solo en Francia, se estimó en ese momento que se utilizaban al menos 250.000 unidades diferentes de pesos y medidas.

Pero entre los años volátiles de 1789 y 1799, los revolucionarios buscaron no solo cambiar la política, sino también viejas tradiciones y hábitos. Con este fin, introdujeron, por ejemplo, el Calendario Republicano en 1793, que consistía en días de 10 horas, con 100 minutos por hora y 100 segundos por minuto. Y aunque esa forma de medir el tiempo no se mantuvo, su nuevo sistema de medición, si que permanece hasta hoy

Los científicos de la Ilustración se encargaron de crear un conjunto nuevo y uniforme de medidas basado en la razón, en lugar de las autoridades y tradiciones locales. Por lo tanto, determinaron que el metro debía basarse exclusivamente en la naturaleza.

La unidad del metro fue creada por la Academia de Ciencias de Francia en 1792 y definida como la diezmillonésima parte de la distancia que separa el polo norte de la línea del ecuador terrestre, a través de la superficie terrestre.

 

El Panteón de París jugó un papel destacado en la definición de las nuevas medidas.

El Panteón de Paris hoy en día sirve como mausoleo para los héroes de la República como Voltaire, René Descartes y Victor Hugo. Pero durante aquel tiempo sirvió como otro tipo de mausoleo: fue el almacén para todos los pesos y medidas anteriores enviados desde las ciudades de toda Francia en anticipación al nuevo sistema.

Negativas al cambio de medidas

A pesar de todo el esfuerzo y conocimiento dedicado a la nueva medida, esta rápidamente tuvo que enfrentarse a un nuevo obstáculo: nadie quería usarla. La gente no quería abandonar las viejas formas de medir, tan estrechamente ligadas a las tradiciones, costumbres y economías locales.

Tanto es así, que en 1812 Napoleón abandonó el sistema métrico, permitiendo que las personas usaran las medidas que les gustaban, y no se restableció hasta 1840.

 

La universalización de las medidas

En España, el cambio comenzó el 19 de julio de 1849, cuando la reina Isabel II sancionó la Ley de Pesos y Medidas en España, introduciendo en todo el reino un Sistema Métrico Decimal (SMD) basado en el establecido por la Asamblea Nacional Francesa en 1791.

La revolución industrial, la cartografía y todo el conocimiento científico necesitaban medidas claras y estándar, como quedó claro en 1851, en la primera de las grandes Ferias Mundiales en Francia.

Por fin el 20 de mayo de 1875 se celebra en Paris la Convención del Metro. Consiste en un un tratado firmado por diecisiete estados, con el fin de establecer una autoridad mundial en la metrología, empezando por las unidades de peso y longitud, las más importantes para la industria y el comercio.

El 28 de septiembre de 1889, la Comisión Internacional de Pesos y Medidas adoptó los nuevos prototipos para el metro y, después, para el Kilogramo,​ los cuales se materializaron en una barra patrón (metro) y un cilindro recto (kilo) de platino e iridio, depositados en en los subterráneos del pabellón de Breteuil en Sèvres, en la Oficina de Pesos y Medidas.

El establecimiento de un sistema de medición neutro fue por fin asumido por la generación posterior a la Ilustración. Pasaron por tanto aproximadamente 100 años antes de que casi todos los franceses comenzaran a usarlo.

 

La torre Eiffel fue construida para la Feria Mundial de 1889.

 

En la 6.ª Conferencia General (1921) el sistema de medidas fue revisado y ampliado a todas las medidas físicas.

En 1960, el sistema de unidades establecido desde 1921 fue renombrado como «Sistema Internacional de Unidades» (abreviado SI, en francés Système international d’unités, en inglés International System of Units), en la 11.ª Conferencia General.

 

La Oficina Internacional de Pesos y Medidas

En esta tarea ayudó notablemente, como se ha mencionado, una de las instituciones internacionales más antiguas del mundo, la Oficina Internacional de Pesos y Medidas (BIPM, por sus siglas en francés).

Originalmente establecida para preservar los estándares internacionales, la BIPM promueve la uniformidad de siete unidades internacionales de medida: el metro, el kilogramo, el segundo, el amperio (que mide la intensidad de la corriente eléctrica), el kelvin (unidad de temperatura), el mol (cantidad de sustancia) y la candela (mide la intensidad luminosa).

 

 

En la década de 1960, el BIPM redefinió la medida del metro en términos de luz, haciéndolo más preciso que nunca y jubilando así la barra de platino. Desde entonces, definido por las leyes universales de la física, finalmente fue una medida verdaderamente basada en la naturaleza.

La definición actual se adoptó en 1983 y se modificó ligeramente en 2002 para aclarar que el metro es una medida de longitud adecuada. Al fijar la velocidad de la luz —constante en el vacío— con un valor numérico universal, en 1983 los metrólogos acordaron llamar al metro “la distancia que viaja la luz en 1/299.792.458 segundos”. Cualquier laboratorio capaz de medir el paso del tiempo con precisión puede calibrar ahora su propia barra de metro.

El Kilogramo IPK

La muestra de kilogramo original se encontraba bajo tres campanas en una bóveda subterránea y solo se podía acceder a él con tres llaves diferentes, en poder de tres personas diferentes. Este Prototipo de Kilogramo Internacional (IPK), el modelo empleado para calibrar los patrones oficiales de la unidad de masa, no pudo jubilarse hasta 2019.

 

Así se conserva el kilogramo original. Fuente de la imagen, Madhvi Ramani.

 

El kilogramo era la última unidad fundamental cuya definición todavía dependía de la magnitud de un objeto físico. Y eso era un problema, porque el objeto no es inmutable. En el último siglo, la masa del IPK había variado. Seguía siendo un kilo, ya que por convenio no podía haber incertidumbre en su valor, pero con respecto a la masa de otros patrones del kilo, había variado en valores de al menos 50 microgramos (millonésimas del gramo). Esto es porque el cilindro se puede ensuciar con partículas del aire y pierde pequeñas cantidades de material cuando se limpia. Otro incentivo para retirar el IPK era el peligro de que el cilindro resulte dañado o se deforme.

Los metrólogos se prepararon durante años para el cambio en el Sistema Internacional de Unidades en 2019, que redefinió el kilo, el mol, el kelvin y el amperio para que estas unidades también se basaran en constantes universales.

El peso de un kilogramo fue por fin referido a la constante de Planck. Así, el valor de la unidad de masa ya no depende de un objeto, sino de una constante de la naturaleza. Este cambio no se nota en el día a día, pero es muy importante en ámbitos científicos como el desarrollo de medicinas, por ejemplo. Entonces, ¿por qué tardaron tanto en hacerlo?

La aprobación de la nueva definición del kilogramo no fue posible hasta el s. XXI porque no existían los medios tecnológicos para llevarla a la práctica. Ahora, gracias a la balanza de Watt (a veces balanza de Kibble o balanza de potencia), se pueden calibrar patrones del kilo, conocido el valor de la constante de Planck. «Establecer una nueva base para una nueva definición del kilogramo es un desafío tecnológico muy grande. Fue incluso descrito como el segundo experimento más difícil del mundo, tras el descubrimiento del bosón de Higg», asegura Martin Milton, director del BIPM.

 

Fuente: Igartubeitibaserria.eus, bbc.com, el Pais, Unsplash (foto).

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