El plan X: dando a tus hijos adolescentes una salida

El plan X es una salida, una opción que puede ayudar a cualquier adolescente en una situación incómoda o potencialmente peligrosa. Puede ser la diferencia entre tú y tu hijo cenando juntos en casa o en un hospital, un centro de recuperación o incluso peor.

Bert Fulks es es autor de este artículo recogido en su blog (en inglés) y que nos presenta un plan que él aplica en su familia. El vive en Estados Unidos pero creo que esta idea puede resultar muy útil en cualquier familia en la que haya adolescentes, pues la esencia de las situaciones es la misma, aunque cambien los entornos o los escenarios.

Bert dedica una hora a la semana a trabajar con un grupos de jóvenes que se recuperan de adicciones. Hablamos de gente muy joven en algunos casos, adolescentes, que han de estar aislados durante al menos 6 meses para aprender a superar sus adicciones. Esto le hace ser conocedor de una realidad agridulce y muy dura. Leamos su experiencia y sus reflexiones sobre el tema en cuestión.

 

 

> Una vez realicé a estos chicos una pregunta simple: ¿Cuántos de vosotros os habéis encontrado en situaciones donde empezaron a pasar cosas con las que no estabais a gusto, pero en las que os quedasteis, más que nada porque sentíais que no había salida posible?

Todos levantaron la mano. Todos y cada uno de ellos.

Para ser sincero…, es muy comprensible. Aunque ya seamos adultos, todos podemos evocar situaciones en las que nos sentimos fuera de lugar durante nuestras experiencias adolescentes. Todos estuvimos expuestos a situaciones que nos pusieron frente al sexo, las drogas y el alcohol en ese joven mundo.

Yo no estaba preparado para ninguno de ellos, pero no sabía como escapar y al mismo tiempo, no auto excluirme socialmente. Todavía recuerdo la primera cerveza que bebí en casa de un amigo durante el instituto. Lo odié, pero me vi acorralado. Como adulto, ahora mismo eso me resulta tonto, pero así era mi realidad en ese momento. La “presión de los iguales” era un término frívolo para una situación normalmente silenciada y sin embargo muy real. Y por supuesto yo no podía llamar a mis padres y pedirles que vinieran a rescatarme. Para empezar yo ni siquiera debía estar ahí. De adolescente, beber alcohol sin ganas parecía mucho más sencillo que presentarme voluntario para un castigo, un interrogatorio y seguramente el fin de la libertad que había tenido hasta entonces.

 

El Plan X

Por estos motivos, ahora en nuestra familia tenemos algo llamado el “X-plan” o plan X. Esta simple pero poderosa herramienta, es una vía vital que nuestros hijos tienen la libertad de usar en cualquier momento. Así es como funciona:

Pongamos que a mi hijo menor, Danny, lo llevan a una fiesta. Si por lo que sea, la situación le hace sentirse incómodo, todo lo que ha de hacer es escribir la letra “X” a cualquiera de nosotros (su madre, yo, su hermano o su hermana mayor). El que recibe el texto ha de seguir un procedimiento muy básico. Al cabo de unos minutos ha de llamar al móvil de Danny. Cuando responda, la conversación será más o menos así:

“¡Hola!?”

“Danny, ha pasado algo y tengo que pasar a recogerte ahora mismo.”

“¿Qué ha pasado?”

“Te lo cuento cuando llegue. Estate preparado para marcharte en 5 minutos. Ya estoy de camino.”

En ese momento, Danny les dice a sus amigos que algo ha pasado en casa y que alguien viene a buscarle y que se tiene que ir.

En poco tiempo, Danny sabe que tiene una salida; a la vez, no hay ninguna presión para que se meta en ninguna situación de ridículo social. Tiene la libertad de protegerse y continuar creciendo y aprender a navegar por su mundo.

 

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Ésta es una de las cosas más especiales que les hemos dado y les ofrece una sensación de seguridad y confianza en un mundo que tiende a llevar a nuestros jóvenes a la sumisión.

Sin embargo, hay un componente crítico en el plan X: una vez que ha salido de la trinchera, Danny sabe puede contarnos tanto como quiera: mucho o poco, depende enteramente de lo que él quiera. El plan X viene con el acuerdo que de no emitiremos juicios ni haremos preguntas (incluso si se encuentra a 15 kilómetros de donde se supone que debía estar). Esto puede ser muy difícil para algunos padres (admitidlo, algunos de nosotros somos frikis del control), pero os prometo que no solo le salvará, sino que ayudará mucho a forjar la confianza entre tu hijo y tú.

(Una salvedad: si Danny sabe que alguien está en peligro, tiene la obligación moral de contarlo por la protección de la otra persona, sin importar el coste personal que ello le pueda suponer. Eso es parte de la lección que tratamos de enseñar a nuestros hijos – somos los cuidadores de nuestros iguales y a veces tenemos que dar la cara por aquellos que son demasiado débiles para hacerlo por si mismos.- Más allá de eso, no tiene por qué contarnos nada. Nunca.)

Muchos de nosotros los padres, lamentamos la intrusión de la tecnología en nuestras relaciones. Yo odio ver a gente sentada junta a la mesa y cada uno mirando su móvil. Me enfada mucho recibir mensajes de texto de mis hijos cuando me escriben desde otra habitación de la casa. Sin embargo, los móviles están aquí para quedarse, así que tenemos que encontrar la forma de usar esta tecnología para ayudar a nuestros hijos de la mejor forma que podamos.

Os insto a usar algún tipo de plan X en vuestro hogar. Si os comprometéis a hacerlo, vuestros hijos os darán las gracias. Nunca sabes cuando algo tan simple puede ser la diferencia entre tu hijo riendo contigo en la cena o pasando 6 meses en un centro de recuperación o… (Dios no lo quiera) algo mucho peor.

Os pido que compartáis este escrito. Si conseguimos que al menos un chaval salga de una mala situación, entonces todos podremos sentirnos privilegiados por haber formado parte de ello.

mis mejores deseos amigos.

Bert Fulks.

Artículo original (en inglés): BertFulks.com.

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