Cuando se unificó en Donostia la hora de todo el país [aprende]

Poniendo en hora el Reloj de Ategorrieta

En 1901 se unificó la hora en toda España, que pasó a tener un horario único, dando igual si estás en Asturias o en Cádiz. Para ello hubo que hacer una ley indicando que los relojes de todo el país debía ser sincronizados, puesto que tenían diferencias de muchos minutos según la población de que se tratase.

Al contrario que hoy en día, la mayoría de la gente vivía en su zona y no salía de ella y cada zona era un pequeño sistema que se autoregulaba respecto al horario. Con los medios de entonces, se sincronizaban los relojes de la ciudad, pero no se podía hacer mucho más y tampoco es que hiciera mucha falta.

Hoy en día nos parece extraño y hasta difícil de entender, pero hasta entonces era muy lógico que esto ocurriera y es lo que te vamos a contar. Veremos qué pasó para que fuera necesario unificar la hora en España y en el resto de países y cómo se establecieron las reglas para conseguirlo.

La Reina María Cristina firmó en el palacio de Miramar de San Sebastián el 26 de julio de 1900 el decreto de la unificación horaria a nivel estatal. En dicha ley, se especificaba que a partir del 1 de enero de 1901, todos los ferrocarriles, al igual que los principales organismos nacionales, se regirían por el huso horario según el meridiano de Greenwich.

¿Por qué era necesario unificar la hora?

Vamos a explicarlo con más detalle: a finales del siglo XIX, la vida en las ciudades y pueblos se regía por los relojes de la calle y la hora que marcaban se fijaba según la posición del sol en cada sitio. Hay que darse cuenta de que solo por la posición real del sol, desde Barcelona hasta A Coruña existe un desfase horario de 42 minutos y 13 segundos.

Por eso al final, en cada ciudad la hora “oficial” podía ser distinta:

Comparación horaria respecto a Madrid en 1865

Madrid: 12 horas

Barcelona: 12h 23:23

San Sebastián: 12h06:46

Bilbao: 12h03:03

Cádiz: 11h49:32

A Coruña: 11h41:10

 

Y con la invención del ferrocarril, esto pasó a ser un gran problema. Los trenes unían ciudades a través de vías únicas, compartidas por varios trenes al día. Por seguridad y por puntualidad, era necesario que los puntos de origen y partida estuvieran sincronizados en el mismo horario para evitar choques.

Poco a poco se fueron produciendo los cambios necesarios:

1859 – Se regulariza que todos los relojes de una línea de tren se ajusten a la estación más importante.

1878 – Como casi todas las líneas principales ya conectan con Madrid, se impone la hora de Madrid como «hora ferroviaria» para todo el país. Además, se obliga a que haya un reloj en cada estación de tren.

1884 – A nivel mundial en la conferencia de Washington se estandariza la hora, tomando como referencia el meridiano de Greenwich . Se acuerda dividir el planeta en 24 husos horarios cada 15 grados de longitud respecto al citado meridiano, con lo que el cambio de hora entre puntos cercanos finaliza.

Ya sólo quedaba extender la hora ferroviaria a la viada pública y fijar una única hora para todo el país. Es lo que se firmó en 1900 en Donostia, el decreto de la unificación horaria, que seguimos usando hoy en día. Igual por eso tenemos tantos relojes en las calles de San Sebastián. Aquí hay un mini juego a adivinar si conoces algunos de los relojes más caractéristicos de Donostia.

Por cierto, nuestro uso horario es el del meridiano de Greenwich, el meridiano cero, como el de muchos países de Europa y es que el meridiano pasa por España, concretamente por Aragón y la comunidad valenciana, muy por el este del país.

En realidad, gran parte de la península ibérica queda al oeste del meridiano como Portugal, que no sigue ese huso horario cuyos habitantes viven «1 hora antes». Esto mismo, si miramos al sol, es lo que le iría mejor a buena parte del país. Por eso mismo antes se vivía en distintos horarios según el sol, pero hoy en día es más práctico tener el horario unificado.

Fuente: Diario Vasco, (foto) Kutxateka

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