Las mujeres en los puertos vascos
La vida de marineros y pescadores vascos ha sido siempre dura y no faltan relatos sobre ello, pero no lo fue menos la de las mujeres que vivían del mar y trabajaban en el puerto. Conozcamos mejor su historia y sus oficios.
Si se menciona a menudo que durante siglos muchos trabajos duros de bajo prestigio que se realizaban en los muelles eran realizados por mujeres de bajo nivel socio-económico. Pero no solo hacían esas labores sino que además, cuando los hombres se iban al mar, eran ellas las que les sustituían y realizaban sus faenas por igual.
Estos son algunos trabajos que tradicionalmente han sido realizados por las mujeres del puerto.
Bateleras
A lo largo de los siglos en el Puerto de Pasaia las labores de carga y transporte entre barcos y tierra era realizado por las mujeres llamadas “bateleras».
Las bateleras eran dueñas de barcos y botes que prestaban servicios de pasaje en la bahía. A finales del siglo XVI y comienzos del XVII, las mujeres de Pasajes muestran gran destreza en gobernar barcos y chalupas.
Además de marineras, eran tiradoras de arcabuces de gran fuerza y valientes en la guerra, ya que cuando los marineros pasaitarras zarpaban con sus galeones hacía Terranova, para la pesca del bacalao o caza de la ballena, el pueblo se quedaba, a menudo sin hombres.
Las mujeres realizaban entonces todas las faenas, incluidas la carga, el estibaje y el atoaje de galeras, naos o galeones. El atoaje consiste en remolcar los barcos en función de las corrientes, fondos y calados hasta su punto de amarre. Para ello, hay que conocer el puerto, las mareas y el fondo a la perfección y emplear técnicas específicas.
El rey español Felipe IV en el año 1659 visitó entre otros el puerto de Pasajes. En el canal se concentraron varias fragatas de guerra, el galeón Roncesvalles y la Real Capitana de 1.500 toneladas y 90 cañones. Más de doscientas lanchas seguían a la gabarra en donde iba el rey, todas ellas gobernadas por mujeres del lugar, cuya destreza con el remo impresionó al monarca.
Sirgueras
En el siglo XIX eran las mujeres más humildes las que remolcaban los barcos ría arriba tirando desde tierra con maromas o sirgas en el Puerto de Bilbao.
Con la única ayuda de una cuerda y de su propia fuerza física, una cuadrilla de dos a cuatro mujeres arrastraban gabarras y embarcaciones de gran tonelaje aguas arriba.
En el puerto de Bilbao en ocasiones, la arena se acumulaba en la entrada a la ciudad e impedía el paso a las grandes embarcaciones de la época: siempre por la orilla derecha, desde la desembocadura del Abra, pasando por el malecón de La Mojijonera y las Arenas (Getxo) hasta llegar al Casco Viejo de Bilbao, estas mujeres arrastraban y transportaban mercancías y minerales en gabarras.
Además de en Bilbao, el trabajo de la sirga también se practicaba en otros puntos de Euskadi, como en los ríos Deba y Altzola en Gipuzkoa, y en Saint-Jean-de-Luz y en Adour, en la parte francesa.
Despectivamente, las conocían con el sobrenombre de «Ganapanes» o las «mozas del cordel» por sus pésimas condiciones laborales. Según la tradición oral, eran mujeres trabajadoras, duras y animosas que se vieron obligadas a aceptar ese trabajo porque sus maridos combatían como soldados en las guerras carlistas y no encontraron otra alternativa para sacar adelante a sus familias.
Pertenecían a las clases más bajas de la sociedad, no tenían otra opción. En vez de ser respetadas por su labor, además de explotadas, la sociedad se avergonzaba de su oficio, sus condiciones de vida y por tanto, de ellas.
Las sirgueras continuaron trabajando a sol y a sombra y contra viento y marea hasta finales del siglo XIX, hasta la generalización del uso de naves propulsadas por vapor.
Rederas
También es muy conocido que las mujeres pertenecientes a las familias de pescadores fueran las que preparaban las artes de pesca.
Las rederas reparaban las grandes redes de pesca de anchoa y sardina y también se encargaban de los palangres de besugo, llenando con cebo los centenares de anzuelos que tiene cada palangre.
Hasta finales del siglo XX era habitual ver a las rederas trabajando en el muelle de San Sebastián.
Otros oficios de mujeres del puerto
Además, se sabe que en los muelles las mujeres han dominado durante siglos los negocios de productos alimenticios relaizando múltiples tareas y trabajos:
-Trabajadoras de las fábricas de conserva de pescado como el bacalao y la anchoa.
–Bizcocheras, que elaboraban el pan especial llamado bizcocha, base de los alimentos necesarios para varios meses en las embarcaciones que se dirigían a Terranova y a las ballenas,
–Taberneras, que compraban al por mayor los comestibles traídos por mar (trigo, legumbres, sal, vino…) y luego los vendían al por menor.
-Pescaderas o pescateras que compraban al por mayor el pescado traído por los pescadores y lo vendían al por menor en localidades del interior, como las sardineras etc.
Venderesas, maestresas y venteras, negociando el precio del pescado
No es tan conocido, sin embargo, otro papel fundamental e importante para el desarrollo de todas estas últimas actividades: el trabajo de mediación y negociación. En las transacciones que se desarrollaban en los muelles era básico el trabajo de corretaje entre vendedores y compradores, trabajo que estaba en gran medida en manos de mujeres expertas en el trabajo de trato.
El principal recurso de estas corredoras era la información sobre la situación de mercado de los diferentes productos (abundancia o escasez en los distintos puertos, fluctuaciones de precios aquí y allá…), sobre las vendedoras y compradoras (cantidad de unos y otros, cantidad de dinero de que disponían o prisa y necesidad de comercio…), el conocimiento de idiomas de los comerciantes procedentes del extranjero, etc.
Por ejemplo, en los siglos XVI, XVII y XVIII los capitanes de los cientos de barcos que venían cargados de trigo, sal y legumbres desde Bretaña y Francia a los puertos vascos contrataban para la venta de estos productos a corredores denominados «venderesas» que se encontraban en los puertos vascos.
Los propietarios de las ferrerías también contrataban los servicios de estas mujeres para vender su hierro a estas embarcaciones extranjeras.
Otro tipo de corretaje lo hacían las denominadas “maestresas”, “pixoneras” o “neskatilas”, que trabajaban en muelles como el de San Sebastián con una importante venta de pescado, vendiendo pescado proveniente de otros barcos pesqueros autóctonos y, sobre todo, de toda la costa cantábrica.
Cada barco contrataba una “maestresa” y ella se encargaba de las labores de arbitraje para la venta del pescado. Entre estas mediadoras había también “venteras” que cumplían una función especial. En el caso de San Sebastián, la labor de estas actrices contratadas por la cofradía de pescadores local consistía en la realización de subastas de pescado.
Fuente: itxasmuseoa, turismopasaia, publico.es, kutxateka (fotos Marin)