Los métodos educativos actuales y el aprendizaje conceptual

Hoy hablamos de los métodos educativos actuales y de si todavía es válido el aprendizaje conceptual. De manera general, existe la percepción de que el aprendizaje tan solo consiste en asimilar una serie de conceptos, enunciados y fórmulas en la cabeza hasta el punto de adquirir un dominio sobre ellos para poder aplicarlos al mundo real. Pero ¿cuántas veces hemos pasado por la lupa toda la información que se nos da? ¿Reflexionamos alguna vez sobre si lo que nos viene dado es verdadero, bello o moralmente correcto? ¿Cómo se instaura en el alumno la capacidad de pensamiento crítico en una era en que proliferan mensajes engañosos, desinformación o contenidos basura a lo largo y ancho de la red?

Daniel Wilson es investigador y presidente del prestigioso Project Zero de la Universidad de Harvard y uno de los mayores expertos en educación del mundo. En esta entrevista con Enrique Zamorano, reflexiona sobre cómo ha cambiado la escuela y los grandes retos a los que se enfrenta en los próximos años. Nos ofrece respuestas a los grandes dilemas de la educación hoy en día con su método Rutinas del Pensamiento, el cual consiste en hacer que los estudiantes, niños y jóvenes, se hagan preguntas a sí mismos a un nivel más profundo para desentrañar la complejidad ideológica, tecnológica y cultural que empaña nuestro mundo.

No solo es básico aprender las tablas de multiplicar o conocer los elementos químicos de la tabla periódica, también es esencial desarrollar una mente creativa, abierta, responsable y dispuesta a responder a los grandes retos que afronta la humanidad en el presente. Hay muchas ‘inteligencias’ en cada persona, potencias singulares que cada uno tenemos en nuestra cabeza para desarrollar.

Hemos hablado con él para saber un poco más de estas Rutinas del Pensamiento, cuya pretensión no es más que abrir espacios de debate y diálogo entre los alumnos sobre conceptos filosóficos, morales o éticos, para estimular sus capacidades mentales y que desarrollen una mentalidad crítica que les valga para toda su vida. Si vivimos una época de crisis (calentamiento global, alta inflación, conflictos bélicos…), las futuras generaciones deberán estar más preparadas y avanzadas en valores humanistas, ya que el riesgo es muy alto.

Él llama a las escuelas «estructuras sociales encargadas de velar por el desarrollo humano», lo que denota un fuerte espíritu de progreso. Una de las ideas que lleva años defendiendo es que no se debería comprender el aprendizaje de una persona solo dentro de un lugar geográfico; al final, hay un montón de escuelas informales e invisibles dentro del entorno (como pensaba el escritor chileno Roberto Bolaño, por cierto) y es precisamente ahí donde se obtiene la mayor parte de los conocimientos que acaban formando la personalidad, junto con el desarrollo de habilidades, para desenvolverse en el mundo real.

PREGUNTA. ¿Cómo ha cambiado la forma de educar desde que se fundó Project Zero hace más de medio siglo?

RESPUESTA. Si miro a estas últimas décadas, al final la mayoría de los elementos del proyecto se han mantenido iguales o parecidos. Sí ha habido grandes cambios en el mundo que han afectado al desarrollo del proyecto: la crisis económica, la emergencia climática global, la inmigración, las derivas políticas que han ido cambiando, los avances tecnológicos y económicos… Todo ello ha tenido una gran influencia en el desarrollo humano y, con ello, en las escuelas. Uno de las mayores cambios que ha habido es algo que comenzó a establecerse en los años sesenta y setenta: el ‘boom’ de la psicología y la ciencia computacional. Desafortunadamente, instituciones sociales como la escuela apenas se han movido. Merece la pena recordar la época en que estas instituciones fueron creadas, hace cientos de años. Hay que tener en cuenta que estas estructuras fueron fundadas cuando la psicología todavía no existía como disciplina.

Las escuelas y los métodos educativos no venían amparados por investigaciones científicas, sino por la mera intuición de cómo se podía desarrollar el ser humano a través de la enseñanza. Y, en este sentido, se forjaron bajo premisas equivocadas, como por ejemplo el hecho de creer que hay solo una inteligencia fija y única en la cabeza de cada alumno. Esto es falso y así se aceptó durante siglos. Lo que sabemos ahora es que hay muchas ‘inteligencias’ en cada persona. Hay potencias singulares que cada uno tenemos en nuestra cabeza para desarrollar, así que esto no se basa solo en aprender matemáticas porque es una asignatura básica en todos los sistemas formales de educación, sino en detectar tipos de inteligencias, como si estuviéramos navegando por el espacio para reconocer planetas.

Todo nuestro avance como especie consiste en detectar patrones en nuestro entorno. Por tanto, en Project Zero se mantiene esta perspectiva sobre la inteligencia y la necesidad de encontrar el espíritu crítico o la creatividad en cada alumno. Aunque haya habido cambios en la sociedad, la cultura o la economía, al final en la educación siempre se buscará cómo desarrollar al ser humano y cómo implantar esto en un centro, es decir, en una escuela.

P. ¿La función de los profesores ha transmutado en saber detectar ese tipo de inteligencia particular en cada alumno en vez de ser un mero transmisor de conocimientos?

R. Una de las mayores influencias de la tecnología es que permite un rápido acceso a la información, eso está claro. Históricamente, esta era muy limitada, de ahí que estuviera centrada en la figura de un profesor. Era muy difícil acceder a información sobre historia, geografía o matemáticas, en ello recaía la labor del maestro, cuya función era la de un experto capaz de transmitirla. Pero para los niños de ahora, en términos generales, y aunque todavía existe una brecha digital en la infancia, la figura del profesor ha cambiado para siempre.

P. ¿No se pueden sentir muchos profesores subestimados al ser percibidos como ‘acompañantes’ en el proceso educativo, como los suelen nombrar ahora?

R. Sí, efectivamente, su rol pasa a ser el de un guía o cuidador. Aprender es difícil. Obviamente, la idea de conseguir desarrollar nuevas habilidades e interiorizar valores y conocimientos en los jóvenes requiere cierta complejidad, sobre todo a la hora de enseñar y estimular. Y puede ser bastante desorientador. Así que el proceso de enseñanza en muchos casos sufre cambios constantes.

El rol más importante del profesor hoy en día es el de cuidar, facilitar la comprensión de lo que el alumno recibe y estructurar la información para que la entienda, crear una retroalimentación [‘feedback’] con el alumno, ejercer de guía, cuidarlo a lo largo de todo el proceso de aprendizaje. Y eso tiene muchísimo valor.

P. En términos generacionales, los jóvenes adultos de ahora que en su día fueron niños, como los ‘millennials’, achacan problemas psicológicos a la enorme presión de tener que sacar buenas notas. A veces, se les tilda de ser una generación de cristal porque no tuvieron que hacer grandes sacrificios como sus predecesoras. ¿Cree que existe cierto resentimiento en estos jóvenes y que la escuela en la que fueron educados les falló de algún modo?

R. Ver la escuela como si fuera una empresa ha contribuido a que exista ese resentimiento: asume saber qué es lo que todo el mundo, especialmente los niños, necesita ahora y en el futuro. Y esto son dos cuestiones muy complejas de resolver. De tanto en cuando, las organizaciones educativas especulan sobre cuáles van a ser las competencias y habilidades en la enseñanza que van a tener más valor y cuáles decrecerán en importancia. Y ello hace obviar otro tipo de competencias que se podrían aplicar. ¿Por qué las escuelas han podido fallar a los alumnos? La mayoría de las que se hacen por diseño están separadas del mundo real, y es aquí donde está el problema. El presente sucede a cada instante y hay un montón de oportunidades ahí fuera para niños, adolescentes y adultos, oportunidades que detectar y con las que poder sintonizarse.

La enseñanza siempre marca retos y problemas que resolver, en forma de exámenes, por ejemplo, y esto es porque se funda como un lugar separado del mundo real. La realidad es que la mayoría del aprendizaje que desarrollan los niños y jóvenes no está ahí, sino que hay un montón de escuelas invisibles o alternativas, tanto en la familia como en las comunidades en que viven. Hay un gran campo de investigación que se viene preguntando por qué las escuelas nacen separadas del mundo real. Y, evidentemente, así es y así tuvo que ser durante siglos. La escuela es el lugar donde se aprende, pero el proceso de aprendizaje general se da en el mundo exterior a ella.

La pregunta más importante que debería darse en el ámbito de la educación hoy en día no es cómo servir a los estudiantes las competencias que requiere de ellos el mundo, sino cómo usamos todas esas habilidades que tienen para hacerles participantes activos de la sociedad ahora mismo. Creo que subestimamos el poder de la juventud, en mi opinión. Deberíamos debatir sobre cómo trabajamos con los jóvenes, no sobre cómo nosotros esperamos que sean en el futuro, sino cómo trabajar con lo que son ahora.

P. Los jóvenes de hoy en día están más politizados e involucrados en el activismo. ¿Cómo transmitir valores positivos para una democracia, ya que también muchos de los contenidos que consumen en internet pueden carecer de valores positivos para la sociedad?

R. Hay que despertar en ellos un sentido crítico y trabajar con su carácter. Personalmente, como padre y educador, siempre he reflexionado sobre cómo podríamos ayudarles a desarrollar una especie de ‘bienestar digital’ durante su juventud. Al fin y al cabo, ellos viven muchas experiencias con esos contenidos que nosotros no entendemos porque no somos nativos digitales. Yo tengo dos hijos adolescentes y no entiendo cómo ni por qué interactúan así en Instagram o TikTok, por lo que me siento a aprender junto con ellos.

Por otro lado, creo que se han tenido que enfrentar a muchos dilemas éticos a los que yo no estuve expuesto cuando tenía su edad. Al estar con ellos, veo esas clases de decisiones que tienen que tomar todos los días: ¿debería publicar esta foto?, ¿debería compartir este contenido? «Los niños son filósofos por naturaleza, no hacen más que preguntarse sobre ideas que tienen que ver con lo que es justo o bello»

No es que no tengan acceso a información interesante o que consuman contenidos basura, sino que ellos tienen la capacidad de elegir qué es interesante para ellos. Uno de los efectos paralelos de la pandemia, que hemos notado en las escuelas, es la desconexión social que han tenido que vivir durante más de un año, teniendo que llevar la sociabilidad al plano ‘online’… Esto ya de por sí es negativo, pero también el hecho de que proliferaran muchos contenidos y relaciones superficiales. Ahora, tenemos que lidiar con la tesitura de cómo les va a afectar a la autoestima, al carácter o al espíritu crítico todo este proceso.

Como sociedad, debemos reflexionar sobre aspectos como la verdad, la mentira o los juicios morales en un debate abierto, en vez de pensar en cómo conectar con ellos a partir de un discurso moralizante y polarizante.

P. Desde que empezaron a usar las herramientas digitales, los padres siempre pusieron el foco en prohibir contenidos inapropiados, y no en acompañar o debatir con ellos lo que ven en internet.

R. La prohibición es peligrosa. Debemos tener mucho cuidado con ella. Por supuesto, las familias y las comunidades tienen normas y valores que guían sus decisiones, por lo que no se puede o debe establecer un estándar sobre qué creen que es correcto y qué no. Pero existe un gran desconocimiento sobre el tipo de contenidos que los hijos consumen. Y si no hacemos por intentar entenderlos o estar con ellos, estaremos fallándoles.

Sí, claro, hay violencia, imágenes pornográficas… Asuntos tabú que no están bien vistos en la cultura de las sociedades. Nuestra misión entonces sería ayudar a los estudiantes a entender por qué esos valores no son buenos, sean los que sean. No solo decirles lo que no deben hacer, que también es importante cierta prohibición cuando es necesario, sino hacerles entender por qué. Cuál es el razonamiento moral por el que no está bien que consuman dichos contenidos, ya que si no hacemos esto no les estamos dando herramientas para que puedan desenvolverse en el entorno digital.

P. Todas estas cosas que usted y Project Zero plantean es darles más herramientas para reflexionar sobre lo que hacen y consumen. Es casi como un proyecto filosófico para niños y adolescentes que les haga disfrutar de pensar en temas o conceptos generales. ¿Cómo hacer atractiva la filosofía en las escuelas, ya que, al menos aquí en España, se percibe como aburrida por niños y adultos?

R. Cuando me hacen esta pregunta dudando de si los niños tienen interés por la filosofía, yo suelo decir al que me pregunta que se dé una vuelta por una clase de educación Infantil. Los niños son filósofos por naturaleza, no hacen más que preguntarse sobre ideas que entroncan con lo que es justo o bello. Estas son preguntas fundamentales en la historia, y las hacen todo el tiempo. Así que lo que deberíamos averiguar es cómo les ayudamos a mantener esa curiosidad, ese espíritu vital, esa pasión de hacerse preguntas relevantes sobre lo que significa estar vivos y acompañados de otras personas en una comunidad.

Según mi experiencia, los adultos desdeñamos estas preguntas porque estamos más preocupados por otras cosas que creemos más importantes que aprender: matemáticas, biología… Y claro que son importantes estas enseñanzas, pero tenemos que tener en cuenta que todas parten de un mismo sitio y con el paso de los siglos se han ido separando, adquiriendo una teoría y una práctica propias. Todas vienen del mismo sitio, de la filosofía.

Por ello, en su día pensamos que llevar todas esas grandes preguntas a la experiencia diaria de las escuelas era un buen primer paso para mejorar su aprendizaje. Al final, lo que hicimos con Project Zero fue justamente eso: hacerles ser conscientes del enorme lío que resulta ser un ser humano. Quiero decir, no es tanto hacer que aprendan todo lo que sabemos a nivel científico y tecnológico en el presente, sino diseñar proyectos educativos que contemplen la enorme complejidad en la que se ha convertido el ser humano. Si reparamos en la imagen que se tiene de los estudiantes, se les suele ver con cierta simpleza.

Es hora de reconocer que el estudiante de hoy en día es mucho más complejo de lo que era antes, por lo que las escuelas deberían ayudarles a analizar esa complejidad. Claro que sería más fácil sentarlos y hacer que se aprendan una secuencia de temas o enunciados de memoria, pero al ser conscientes de lo complicado que se ha vuelto el mundo, las estructuras sociales que se encargan del desarrollo humano necesitan reflexionar sobre la complejidad y el lío que representa el hecho de ser un ser humano en este siglo.

 

Fuente: Alma, Corazón, Vida, Unsplash (foto).

Comentarios:

Un comentario en “Los métodos educativos actuales y el aprendizaje conceptual


  1. Antonio Lopez
    29 de julio de 2022

    Especificamente, la inteligencia emocional, las habilidades blandas, el arte de ser multipotenciales, ser mucho mas contemplativos y super reflexivos.

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